QUE SIGNIFICA TRASCENDER?

Andando por mi ciudad, he encontrado que uno de los mejores pasatiempos que adopté ha sido el rodar en moto. Todos los días, cada vez que subo a ese potro de hierro algo se transforma en mi interior y me da cierto nivel de poderío, de libertad. Zigzaguear por las calles, librar baches, sortear topes e integrarme al tráfico urbano en una tarde de mucho calor y vehículos alrededor es toda una proeza en este país. Pero hay momentos en los que pareciera que el mundo se detiene. Una de las grandes ventajas que tiene un motociclista chopper, es que, al llegar a un semáforo, quien encabeza la larga fila de vehículos que aguardan la luz verde para continuar su marcha sigo siendo yo. Objeto de miradas de admiración y también de críticas. Todo eso me hace pensar en que la vida es así. Y en la disyuntiva de esperar el cambio de luz en el semáforo o brincármelo antes, pienso si lo que he dejado en este mundo vale tanto la pena como para ser recordado permanentemente o mi legado solo durará los 30 segundos que tarda el cambio de luz, pues al cruzar la avenida seguramente nadie, nunca más me recordará. Así de frágil es el paso por la vida, que se puede acabar en un instante. La trascendencia en cambio puede durar décadas, pero ¿de qué depende?

El ejercicio de libertad y de inspiración que provoca el encierro en un casco, me da la oportunidad de reflexionar sobre mi participación en la vida de otros. Aislado del mundo por unos instantes, pienso en el impacto que mis acciones tanto a mi familia como a mi comunidad han marcado para bien o para mal la vida de los demás. Cada ser humano tiene en sus manos el control de su vida: nunca la de otro, aunque a veces pretendemos que así sea. En mi reflexión, llego a la pregunta: ¿Puedo decir verdaderamente que tomo decisiones de liderazgo donde todos los involucrados se benefician? ¿Con qué frecuencia usted y yo vamos más allá de lo encomendado? Y cuando lo hacemos ¿cuáles son sus expectativas y las mías? ¿Estamos haciendo algo que deje huella y un impacto tan positivo que provoque nos recuerden cuando pasemos de este mundo? La naturaleza del hombre es dejar un legado. ¿Qué soñábamos ser de niños cuando llegáramos a esta edad adulta? ¿Lo hemos logrado? Hay quien asegura que todos los seres humanos llevamos un niño interior. Opino que siempre debemos ser un 99% adultos y con solo 1% de niños lograremos lo que un líder nato necesita: impactar no solo a un individuo sino al mundo entero, que por ambicioso que parezca el sueño, se puede lograr si únicamente impactamos la vida de una persona a la vez, al grado de que se impregne tanto de nuestra intención, que no se resista a inspirar a otro. Una persona a la vez y el crecimiento será exponencial.
La preocupación de muchos es lograr impactar a un grupo de personas y la gran mayoría de las veces queda en un intento fracasado. No nos enseñaron a perder. Estamos demasiado acostumbrados a ganar, a tener éxito. “El ganador se lo lleva todo” “Los segundos lugares jamás fueron recordados”. La realidad de las cosas es que, para dejar un legado de trascendencia en el mundo, basta con impactar a una sola persona. El principio del bien mayor –desde la opinión de quien escribe- consiste en tomar alimento de alguien que tiene más estatura de líder que yo y al mismo tiempo tomar de la mano a quien tiene menor estatura que yo. Esta tercia siempre, invariablemente acarrea un legado inspiracional. Lo que para unos funciona, no siempre es así para todos. Éxito o fracaso indudablemente marcarán una señal en la vida de las personas. La trascendencia de eso queda en un poder único que sí es universal. El poder de la decisión. No hay una fórmula o receta de cocina escrita para la trascendencia. Nos queda decidir hacer las cosas con tanta pasión e intencionalidad tal que nuestra vida inspire a otros a continuar nuestro legado.
Hay una ley que consiste en sembrar y esperar a que la cosecha germine. No siempre se cosecha bien a la primera. Napoleón Bonaparte, un líder de líderes, conocía a cada oficial de su ejército por su nombre. Le gustaba ir por todo el campamento, encontrarse con un oficial, saludarle por su nombre, y hablar sobre alguna batalla o maniobra que el oficial conocía y en la que había tenido participación. Nunca desperdició una oportunidad para preguntar sobre el pueblo natal de un soldado, sobre su familia o sobre la recompensa esperada al finalizar la batalla. Esta personalización del líder sobre el individuo es lo que marca la pauta para la trascendencia. En el peldaño que nos toca subir día tras día por la vida en la escalera de lo que llamamos éxito, siempre hay un común denominador: Quizás ya haya oído que a la gente no le importa tanto lo que usted sabe hasta que sabe que usted se interesa por ellos. Los maestros exitosos, los escritores, los administradores, los políticos, los filósofos y los líderes que tratan con las personas saben que: todas las personas en el mundo desean algo, sea el reconocimiento, la compañía, la comprensión, el amor, la lista es interminable.

Uno de los aspectos más comunes en la lista de las necesidades de las personas es el deseo de sentirse valorado. Como líder usted puede desarrollar relaciones sólidas ayudándole a una persona a sentirse útil y que encuentre satisfacción y trascendencia. ¿Ha pensado en el empleado menos reconocido, ese a quien nadie invita a su casa o a las reuniones? ¿Qué decir del hijo menos agraciado, el que no es ejemplo para los demás hermanos, el que se gana el mote de “oveja negra”? Si tuviéramos la capacidad de reconocer y exaltar las cualidades del individuo en lugar de las virtudes, lograríamos abrillantar las cualidades y capacidades que en muchos están oxidadas, enmohecidas por el aceite de la crueldad y falta de reconocimiento. El experimento de los dos vasos de agua que consiste en poner vasos llenos de líquido separados uno del otro: a uno se le dicen palabras y frases positivas mientras que al otro se le descargan insultos y palabras desalentadoras. Después de una semana, uno de los dos vasos tendrá en su contenido agua podrida. ¡Solo en 7 días!
Hagamos la prueba eligiendo a una persona a quien le daremos lo mejor de nosotros: frases de reconocimiento, palmadas en la espalda de cuando en cuando, distingámosle del resto de nuestros afectos, démosle tiempo para escucharle, tiempo de calidad y a veces tan solo silencio. Hay espacios de tiempo en absoluta calma donde las actitudes hablan tan fuerte que no hace falta emitir palabras. El resultado será un legado. La mejor enseñanza siempre es con el ejemplo y quizá en un futuro no tan distante, quizá no sea necesario bajar a la tumba sin ver lo impactante que puede ser el compartir lo mejor de mi vida con alguien más. Quizá ese sea el verdadero valor de la trascendencia: que lo que diga nuestro epitafio sea tan verdadero que aun quien lo lea sin habernos conocido, quede marcado con el resumen de nuestra vida en una frase que provoque esa trascendencia tan anhelada.
¿Cómo quieres que escriban tu epitafio?